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Escritos

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Relatos de cuarentena

China quedaba muy lejos. Al virus lo tenían otros, en un país muy lejano. Lejano, si aun viajáramos por barco, pero en avión …
Hola coronavirus, has llegado hasta aquí como aquel que se empecina en ir a una fiesta sin haber sido invitado y pretende quedarse hasta el fin de la misma.
Comenzamos a vivenciar las angustias más catastróficas, apocalípticas, el fin del mundo. Afortunado aquel que puede quedarse en casa, y ¿nosotros?
La sociedad entera empieza a opinar sobre los trabajadores de la salud. Se enteran de nuestros precarios sueldos, de nuestras precarias condiciones habituales. Algunos se horrorizan empáticamente, otros nos juzgan despiadadamente.
Mientras tanto, puertas adentro de los hospitales, todos empezamos a intentar pensar creativamente: desde la provisión de equipos, la organización institucional para no estar todos expuestos al mismo tiempo, evaluar qué necesita la sociedad de nosotros, qué ofrecemos y cómo. Comenzamos a realizar una búsqueda de lecturas que guíen un camino desconocido. Ahí aparece “Psicoanálisis extramuros” de Silvia Bleichmar. Texto sugerido en uno de los tantos grupos de WhatsApp activos ante la pandemia donde se viralizan recomendaciones, textos, memes. En su prólogo Carlos Schenquerman escribe: …»No es caridad, ni conciencia cívica, es la necesidad de reparar, rescatar, restaurar los efectos de la situación vivida, en una identificación al semejante que pone en marcha los complejos resortes psíquicos de aquello que en nuestro lenguaje cotidiano, llamamos, “solidaridad”…» Me pareció que había sido escrito para que lo leyera exactamente en este momento. Este es el sentido de la tarea en salud que realizamos todos: no es vocación, ni caridad, ni heroísmo. Esto es lo que permite que nos sobrepongamos a las emociones ambivalentes que todos venimos sintiendo: “haciendo mi trabajo puedo contagiarme, puedo contagiar a mis compañeros, a mi familia, a mis amigos, me convierto en una especie de bomba viral humana…”
La pandemia deja al descubierto todas nuestras miserias cotidianas, incrementa la percepción de aquellas condiciones de atención que son deficitarias, expone las dificultades institucionales y las personales para armar un grupo de trabajo, el tan conocido “trabajo de equipo” que tantas veces nos cuesta lograr. Pero la pandemia también puede evocar en nosotros nuestros aspectos más creativos, solidarios, la expansión de nuestras potencialidades psíquicas para un bien personal y un bien común.
Anoche, tras haber descubierto la serie “After Life”, uno de los personajes decía que: “Una sociedad madura cuando los viejos plantan árboles a la sombra de los cuales saben que no se sentarán nunca”.
Cuando salgamos de esta situación de confinamiento, nuestra vida no volverá a ser la misma. El tiempo perdido no se recupera. Ese dolor nos pesa. Nuestro mundo interno tampoco será el de siempre. Habremos ya pasado esta “pesadilla”, esta “serie de ciencia ficción”. La apuesta es salir habiendo transitado un camino de crecimiento personal, pudiendo hacer que nuestro rincón del mundo se torne más bello.

Dra. Valeria Nader
Miembro de la Asociación de Psicoanálisis de Rosario

El antes, el después … el entretanto

… Y bien… estábamos preparando el congreso argentino de psicoanálisis justo para este mayo de 2020. Preparativos organizacionales: trabajos, paneles, libros, talleres, etc. Su título: “Límites, transgresiones, transformaciones.” Tratamos de abrirnos a las nuevas ideas de este tiempo complejo y a la vez, ordenar la complejidad del panorama. El antes de este fenómeno inesperado era un momento realmente diverso, desafiante y conflictivo. Nos debatíamos entre conservar las ideas, los rituales, los modos de trabajar y pensar, siempre tratando de no idealizar lo anterior. No todo tiempo pasado fue mejor. Nos sostuvimos en los pilares de las técnicas y las teorías aprendidas de probada eficacia, pero dejándonos atravesar por los nuevos paradigmas provenientes de otras disciplinas, así como de los cambios culturales que estas proveían. Entre estas certezas intocables que nos acompañaron por siglos estuvo, y aún está, la ilusión de ser la culminación de una obra maestra. El homo sapiens soberano, amo absoluto de todo existente. Ya habíamos recibido dolorosas lecciones sobre nuestra frágil autoestima. Los siempre mencionados Copérnico, Darwin y Freud y otros menos mentados nos habían avisado que éramos bastante más pequeños y vulnerables de lo que nos creíamos. Y sin embargo seguíamos, y seguimos en la creencia orgullosa de vernos en la cúspide del desarrollo y desde allí manipular lo que en realidad no es posible, sin las graves consecuencias que luego se fueron manifestando. Pensábamos en un glorioso futuro donde todo podía ser manejable para el beneplácito y nunca satisfecho inflamado ego. Y de pronto… entre el antes, pasado… superado?… y un futuro proyectado a satisfacción de teorías… triunfales?… aparece un pequeñísimo elemento que desbarata y hace pensar bruscamente que tenemos que barajar y dar de nuevo, pero con un mazo de cartas mucho más amplio, y sin trampas ni maniobras que nos hagan creer que el mundo nos pertenece y podemos moverlo a nuestro placer.
Estábamos preparando el congreso argentino de psicoanálisis. Lo seguiremos haciendo. Será como lo veníamos planificando?
Cómo incluimos en este “entre”, el fenómeno pandémico que nos atraviesa?
Hacer consciente lo inconsciente, elaborar narcicismo, edipo, la alteridad y los basamentos identitarios de nuestro ser… y si lo hay… cual es nuestro lugar en este mundo…?

Psic. Horacio Hutmacher
Miembro Titular con Función Didáctica de la Asociación de Psicoanálisis de Rosario

Estamos demorados

La vida cotidiana esta desarticulada. Ante un intruso, microscópico que no tiene vida propia, y que tiene corona, es el REY. Pateo el tablero. Imperterrito, nos recuerda que todos somos MORTALES. Reyes y peones, somos todos iguales, nadie tiene poder. Solo el, su nombre lo dice CORONAVIRUS.

Este, atrevido, que juega con nosotros, al jaque mate. Nos recuerda, nuevamente, que no somos sempiternos, que la vida, es impermanente.

La gran mayoria, se anoticia, como si fuese una novedad. Para otros, un descubrimiento. Me decía, un paciente, telefonicamente, pero no se habla de la muerte? Le dije, a la muerte, lo desconocido, se le tiene miedo.

Ella, la muerte, esta siempre, en cada latido, en cada respiración.
La portamos, desde la concepción. El conflicto vida y muerte, pulsión de vida y pulsión de muerte, Eros y Tanatos. La Y, indica que son inseparables. La amenaza irrumpe, lo incierto, lo aleatorio, y rompe ese mundo de certezas. Es simple, la incertidumbre derrumba la ilusión, la creencia omnipotente, de la tranquilidad, de la felicidad eterna. En ese extravío, ser feliz todo el tiempo, la sociedad devora, con fruición, lo que tiene a su alcance. Y se devora a si misma. Una oralidad, que da cuenta, de la profunda regresión del ser humano, a etapas primitivas Una oralidad de succionar, vaciar, y canibalista, destruir. Una sociedad, sin limites, sin bordes. Hoy este intruso, nos pone el limite. El consumo, se paraliza. Y emerge lo importante, LA VIDA.

Hoy el poder, lo tiene, un organismo que no vemos, que pone de manifiesto, la insignificancia de nuestra existencia. De la fragilidad, de la vulnerabilidad, del ser humano. Su frivolidad queda al desnudo. Lo superfluo, lo banal. Satisfacer ese vacío, existencial, con cosas.

Entretenimientos, de modo compulsivo, redes, viajes, frases milagrosas, y tantas otras ilusiones pasajeras.

Hoy, hay que confinarse en casa, para muchos es de terror. Y que hacemos, y los chicos? Que hago solo, sola?

Siempre estamos solos. Sabias? A veces acompañados.

El miedo, conocida emoción básica, propia de toda especie. Con la diferencia que en el Homo, es transformada por la experiencia en sentimiento.

Experiencia, en el mejor de los casos, que permite que se desarrolle, la capacidad de afrontar la adversidad, con calma, y salir fortalecido.

Cuando, no se ha aprendido, el miedo, no opera con eficacia. Es cierto, es una situación inédita. Que genera zozobra Como tolerar, ese miedo, que advierte el peligro. Y que no se transforme en panic.

El camino, aceptar lo que sucede, ahora. Y es cuando adviene la calma. No es fácil. Esta realidad, nos interpela. En muchos ordenes. También a los Gobiernos, mas que nunca. Tiene que imperar la Ley, que ordena, que paradoja, una Ley que se la transgrede constantemente.

La actual realidad, nos confronta con nosotros mismos, con la capacidad de estar solos, de tolerar la frustración, la incomodidad, la ansiedad, lo incierto, de ser pacientes, creativos, de darle lugar a la imaginación, al juego, al otro.

También, nos pone a prueba, de cuanto somos capaces, de estar dispuesto a compartir, generosamente, de renunciar, de ser solidarios, de perder.

En pos, de ese otro, que tiene menos, o directamente no tiene ni para comer. Va dejar a la vista la DECENCIA.

Aquí, no va, sálvese quien pueda. Conducta conocida, que da cuenta, de la pobreza espiritual, en la que nos hundimos. Es momento de reencontrarnos, en el silencio, con uno, y con el otro. Hoy me decía, otro paciente, por teléfono, que esta ordenando un espacio. «El Taller» donde hay herramientas. Su abuelo, fue carpintero. Me deje llevar por la imaginación, y la bella escena surgió. Me produjo alegría, se lo dije Y por su voz, capte su alegría.

Después de un rato, pensé, el mundo, la sociedad, la nuestra, cada uno, requiere de un Taller, es nuestra mente, nuestra psique. Reservorio insondable. Buscar en ella, rescatar herramientas, que nos permitan reconstruir y reparar el dolor, y el daño, que deje este flagelo. Y de otros tiempos, cercanos.

El mundo no se paro. Nosotros somos los que estamos DEMORADOS, todavía. Miles ya no, han muerto, y probablemente otros Que esta DEMORA, sea un momento de introspección, de contemplación, sentido, compasivo.

Que revele lo esencial, esa belleza del SER, reencontrarse con esa interioridad. Es un tiempo de espera, sin desesperar. DEMORAR, y morar en cada uno, y con el otro. Que esta DEMORA, se inscriba en la memoria. Que se transforme en una oportunidad para aprender, y ser mejores personas.
Que esta DEMORA, nos reúna y nos una, amorosamente, por la vida. Que no sea en vano. Es por la vida. La única, que hay, al menos terrenal. No se si hay otra.

Dra. Estela Maiorano
Egresada de Seminario del Instituto de Formación

Algunas reflexiones ante la situación actual

Pandemia. Ya el hecho de nombrar así lo que está pasando en el mundo nos produce una especie de sacudimiento.
Estamos azorados frente a algo que no conocemos, que es invisible y que nos invade sin siquiera notarlo hasta que como un ejército silencioso penetra nuestro territorio, nuestro cuerpo en este caso.
¿Qué va a pasar? Pregunta sin respuesta por el momento.
La incertidumbre nos invade, no podemos imaginar siquiera qué va a pasar en el mundo, en nuestras personas queridas y en nosotros mismos.
Surge la angustia como reacción natural, es un estado de tribulación psíquica ante lo que es vivido como un peligro, una amenaza, que nos enfrenta a nuestra situación de desvalimiento psíquico y biológico. Tal como podemos pensar que ocurre en todo ser humano al nacer y frente a lo que objetivamente significa la separación del bebé de la madre. De este modo se constituye como una reactivación, la situación actual, de antiguas situaciones incorporadas como moldes en el psiquismo.
No se trata de suprimir la angustia sino de aprender a hacerle frente y a utilizarla para ponerla al servicio de la vida.
Freud nos habló de los golpes o afrentas que el narcisismo de la humanidad ha recibido.
La primera afrenta asestada por Copérnico en el siglo XVI, cuando develó que la tierra no era el centro del Universo. Más adelante los estudios de Charles Darwin, dando por tierra la ilusión arrogante de tener linaje divino a diferencia de los animales. Y el tercer golpe, el psicológico, cuando Sigmund Freud plantea que el ser humano no es el amo de sí mismo, el yo no domina el psiquismo, que desconocemos gran parte de nuestra propia mente.
¿Estamos quizás ante una afrenta similar? La fantasía omnipotente de manejar y controlar el mundo, el universo, se choca contra la existencia del coronavirus, nos enfrenta al hecho que no podemos ni sabemos cómo controlar todo. Esa ciencia que nos puso en jaque el narcisismo con los descubrimientos que cambiaron la visión del universo, del mundo y del ser humano, ahora se nos muestra como un bebé desvalido, sin herramientas suficientes por el momento.

Estamos en una situación que nos plantea la exigencia de una adaptación rápida. Tenemos que construir nuevos modos de comunicarnos y mantener la capacidad del trabajo conjunto.
Nosotros, los analistas, necesitamos preservar la relación analítica y llevar también adelante la función social del Psicoanálisis. En esta tarea hay distintas maneras de contribuir, por un lado facilitar la información simple y clara, que siempre ayuda a disminuir las ansiedades. Por otro lado, la actitud del analista debe ser de receptividad al dolor psíquico y de compromiso con el paciente.
Hay situaciones difíciles en la historia del Psicoanálisis.
Recordaba cuando en plena guerra, segunda Guerra Mundial, Melanie Klein atendía a su paciente Richard en un pueblo de Escocia, donde ambos estuvieron refugiados. Ella adaptó el encuadre a las circunstancias, constituyendo su consultorio en un salón de reuniones perteneciente a las niñas exploradoras, lleno de objetos inhabituales en los consultorios analíticos. En ocasiones caminaba con su paciente yendo o volviendo de este consultorio que estaba más alejado, al lugar donde habitaban, más en el centro de la población.
Todo esto fue pensado por Melanie Klein con actitud analítica y respeto por su paciente, lo que le permitió continuar con su función y llevar adelante el proceso analítico.
Quizás otra modificación que la situación impuso fue el establecimiento de un tiempo predeterminado, en ese caso, para la terminación de este análisis en relación a la estancia de M. K. en el lugar.
La situación actual nos lleva a crear algo nuevo, no tenemos experiencia, no sabemos hasta cuándo tendremos que mantener esta modalidad de “encuentros a distancia”, en los que seguramente la disposición para hacer lo mejor que podamos nos ayudará a tolerar no tener las respuestas y aceptar nuestras limitaciones.
Quizás otro vértice desde el cuál podemos plantear la situación sea como oportunidad de acceder a nuevos caminos, plantearnos interrogantes en búsqueda de conocimientos.
La incertidumbre posibilita el preguntarse como la única manera de lograr transitar en la búsqueda de significados verdaderos. Hasta aquí puedo visualizar que la amplitud puede ser un camino, ampliar nuestra mente y nuestra manera de pensar.

Psic. María Angélica Maronna
Miembro Titular con Función Didáctica de la Asociación de Psicoanálisis de Rosario

Breves relatos literarios para la cuarentena

Con el fin de hacer más agradable la estadía obligatoria en los hogares recentaremos una serie de escritos cortos, favoreciendo la reflexión y la lectura. En el profundo silencio de un lunes feriado, en cuarentena y con aliento otoñal. De repente, una aguda voz se cuela por la puerta balcón. No muy claro, el sonido se asemeja a los altoparlantes policiales pidiendo responsabilidad y conciencia social. Acerco la ñata a la ventana y nada. No se ve nada en la calle che. Acerco la oreja al vidrio… sonido de muchedumbre. Abro las puertas y la voz de un locutor. Que Ruggeri, que la gente… Que un centro, que una corrida. Unos cuantos minutos para sintonizar y se deja escuchar, con claridad, el relato de un viejo match de fútbol. Algún vecino, en algún edificio a puro sonido pasional. Sin entender por qué, me asomo a la baranda del balcón e inmediatamente me asalta una imperiosa necesidad de detectar el dispositivo emisor. Un televisor… no parece. Un dispositivo digital… menos. La radio! En estos tiempos? Me resisto a esta idea, el sentido común me dice que no. En estos tiempos? Imposible. Sigo buscando con la ñata al aire. Y sí, es una radio, tiene que serlo. Ese sonido es único. Una radio con ese sonido, debería de tener mucha potencia… seguramente es una radio de mano, esas portátiles, medianas, con tonalidades grisáceas, antena replegaban y sintonizador manual del dial. Que loco, hace añares que no escuchaba ese sonido, pensar que lo creía perdido. Pensar que lo creía clausurado junto al cajón del abuelo. Y sí, si cuando partió, se fue con su radio entre las mortajas. Y sí, mira lo que trae el silencio y la soledad. Y sí, mirá como estoy viajando… es ahora, cuando recordas los partidos de Rosario Central o del Charrua que salían por la radio. Recostados, uno al lado del otro. Una habitación más bien oscura,con muchos cuadros, perfumada de naftalina. Que la reserva, que el primer equipo. Que el partido, la hinchada. La tabla, el fixture. Que el asociarme antes de verme por primera vez… en fin la vida, la historia. Que loco, cuando las calles parecen muertas podemos escuchar a los muertos. Que loco, que los muertos no mueran y sigan deambulando por Rosario. En cada esquina, en un café, en el aire, en un sonido, en un aroma… En una transmisión.

Lic. Leonardo Pedemonte
Egresado de Seminario del Instituto de Formación